Muchos músicos con diversos instrumentos, sonidos variados y al final una hermosa sinfonía. Todos siguiendo los gestos del Director de la Orquesta, que realiza movimientos sosteniendo en su mano la batuta, buscando que cada intérprete haga lo mejor de sí, en el tempo justo para obtener un esa melodia buscada.
Si esos sonidos fueran las acciones cotidianas, los Directores de nuestra Orquesta serían el placer y el dolor, ambos determinan el por qué de todo lo que hacemos. Podemos sentirlos por diferentes causas, por ejemplo formas de dolor pueden ser la vergüenza o el rechazo . Por otro lado, el placer puede venir de cosas que nos llenan el alma, como sentirnos importantes en el ámbito laboral o el placer de los médicos por salvar vidas. Podemos citar infinidades de ejemplos, les dejo la tarea de enumerar algunos más y ver cómo ellos determinan nuestras acciones.
Hasta acá definimos esta pequeña hipótesis para tratar de explicar lo que nos mueve a la acción, y no es nada nuevo pensarlo así, desde los inicios del ser humano fue de esta manera, buscando la forma de satisfacer el hambre comenzó cazando y cosechando, luego aprendío a criar y cultivar para satisfacer a su familia, y así fue evolucionando en acciones diversas pero siempre impulsado por evitar el dolor, en este caso, el hambre.
Conociendo cuáles son los motores de nuestras acciones podemos utilizarlos para cambiar hábitos o adoptar nuevos, y eso lo haremos asociándolos justamente con dolor o placer. Tomemos el caso de una persona que fuma, el cigarrillo le genera un placer inmediato, señales gratificantes se envían al cerebro, y por eso se vuelve un hábito, aunque sepan que a la larga puede generar daños al cuerpo, dolor. Hay muchos casos que dejan de fumar cuando el cuerpo ya acusa demasiado daño que empieza a tener sintomas propios de la adicción, insuficiencia respiratoria y problemas del corazón entre otros. En ese momento, el miedo a la muerte los hace querer cambiar ese hábito, aunque ya eran concientes que algún día pasaría. Una forma de lograrlo antes, es comenzar a asociar ese hábito con el dolor, y esa asociación debe ser más fuerte que el placer inmediato que otorga . La mente es capaz de imaginar y generar sensaciones en el cuerpo, no depende solo de hechos del momento, la mente puede recrearlos aunque no hayan sucedido nunca. En el ejemplo del cigarrillo, si comenzamos a asociarlo con enfermedades, nos imaginamos en una cama de hospital con respirador y nuestras familias llorando, sin poder disfrutar de nuestros nietos y perdiendonos muchos años de vida, si imaginamos eso con la mayor cantidad de detalles posibles nuestro cerebro recibira el mensaje de dolor asociado a fumar, venciendo el recuerdo que tiene del placer que genera y podrá ir cambiando ese hábito. El primer paso más probable será fumar menos cantidad y si seguimos fortaleciendo este concepto se logrará dejarlo.
Algo similar pero de manera inversa pasa con los hábitos que conseguímos que no generan un placer inmediato sino a largo plazo, cómo por ejemplo el hacer ejercicios. Entrenamos hasta que duelan los músculos en busca de mejorar nuestra imagen en un futuro y tener el placer de vernos como deseamos. Ese esfuerzo que requiere además dejar de hacer otras cosas que dan placer, va a llevar a la persona a lograr su objetivo de lucir el cuerpo que quiere.
A pesar de que ambos casos funcionan con similitudes, generalmente estamos más orientados a tomar acciones para evitar dolor, por lo que la clave para cambiar hábitos es lograr neuroasociaciones dolorosas con aquellos hábitos que queremos desterrar. Algunos dirán que son decisiones tomadas fruto de su intelecto, pero todas tienen una relacion con reacciones instintivas al dolor o el placer.
"Concibo que hay que evitar los placeres si las consecuencias son mayores dolores, y codiciar aquellos dolores que terminen por convertirse en grandes placeres".
Michael De Montaigne
Cuando decimos dolor y placer lo asociamos mas con un sentimiento que a un pensamiento y es habitual que nos dejemos dirigir con mayor frecuencia por un nuestros corazones que por el razonamiento. Justamente de esta manera ponemos al corazón al servicio del cerebro para cambiar habitos y mejorar nuestras vidas. Los hábitos comienzan siendo acciones que generan placer o evitan dolor y se repiten en el tiempo haciendose tan fuertes que las hacemos sin pensarlo. Y esto se debe a que se va formando una conexión entre neuronas cada vez mas fuerte, por lo que nuestro accionar fluye por ese canal de comunicación casi sin darnos cuenta. Pero si de manera consciente comenzamos a cambiar el hábito, esa conexion antigua comienza a desvaneserce en el mismo momento que dejamos de utilizarla y formamos el nuevo hábito.
¿Cuanto tiempo lleva cambiar un hábito? Neurológicamente hablando, se dice que toma entre 60 y 90 días formar esa conexión entre neuronas que definimos como el camino de los hábitos. Pero en realidad cambiarlos lleva un instante, esa decición que estas postergando y sabes que debes tomarla. Con este concepto de dolor y placer como motores, tienes la herramienta para comenzar ahora, que estas esperando!!
Desde el coaching podemos acompañarte a explorar que hay detras de esos hábitos y a buscar las asociaciones que necesitas para empezar el cambio.
Deja tus comentarios, ¿cual es ese hábito que deseas conseguir? y como planeas hacerlo sabiendo de este concepto.
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